- El miedo me brota del estómago, Ingeborg, y es una sensación atroz. Es como una gigantesca tenaza, que me confunde y no consigo hacer otra cosa que temblar. ¿Cómo puedo pensar en deshacer el nudo, en retomar la senda, si todos mis pensamientos, todas mis salidas, todas mis alternativas han de pasar por el filtro de ese miedo?
Ingeborg lloraba en silencio. Unas lágrimas grandes resbalaban por sus mejillas. La voz de él también se tomó, pero consiguió reprimir sus lágrimas. Llovía sobre mojado.
- Lo hermoso no tiene porqué ser difícil, no tiene que existir la adversidad para dar un mayor mérito a la meta – dijo él.
Él siempre había sido luchador, pero las esperas le agotaban. Sobre todo cuando venían cargadas de incertidumbre. Por fin tenía al alcance de su alma un sueño hecho realidad y también la angustia de notar que se escapaba como arena entre sus dedos, que se desvanecía como un espejismo. También pensó en que le gustaría estar muy lejos, con ella, en algún lugar donde un viento atlántico meciera las copas de los árboles, en alguna ciudad que refulgiera o en algún agujero escondido. Y se lo dijo a ella. Se sorprendió a su vez pensando en la miríada de reflejos que los ojos de ella desprendían al llorar. Eso no se lo dijo.
Él siempre había sido luchador, pero las esperas le agotaban. Sobre todo cuando venían cargadas de incertidumbre. Por fin tenía al alcance de su alma un sueño hecho realidad y también la angustia de notar que se escapaba como arena entre sus dedos, que se desvanecía como un espejismo. También pensó en que le gustaría estar muy lejos, con ella, en algún lugar donde un viento atlántico meciera las copas de los árboles, en alguna ciudad que refulgiera o en algún agujero escondido. Y se lo dijo a ella. Se sorprendió a su vez pensando en la miríada de reflejos que los ojos de ella desprendían al llorar. Eso no se lo dijo.
Me tienes que bajar de ese altar – dijo ella.
No estás en ningún altar – dijo él – Pero me ha tocado amarte. Y que me pongan el caramelo en la boca. Y que me lo quiten.
Soy como un funambulista - dijo Ingeborg - Necesito no apartarme de mi alambre, y con paso lento, terco, seguro, llegaré al otro extremo. Pero debo ser yo quién decida el siguiente paso, el momento, mi momento, el lugar, mi lugar. Quiero entregarte mi dulzura, mi paz, mis días. Pero para que sea real no puedo tensarme, sólo así será auténtico.
¿y mientras tanto debo seguir viviendo una vida de ficción, una ficción de vida? – dijo él. – ¿tú amor por mí no basta? ¿acaso no pueden tus sentimientos condicionar tus acciones? Yo te espero, pero quiero volver la vista atrás y ver al menos humo. Quiero presentir que te acercas. Pensó en cuando era niño, y el maestro le contó que la tierra era redonda y que en el horizonte del mar lo primero que se ve cuando se acerca un barco de vela es su mástil. También pensó en el funambulista del Zaratustra. Una mueca amarga se dibujó en su boca. - quisiera ver tu mástil - pensó, pero no se atrevió a decirlo -
Se despidieron en silencio, ensordecedor. Él, intencionadamente, evitó que sus miradas se cruzaran, mientras el peso del mundo aplastaba sus hombros. El peso del de ella, ahora, era más liviano.
Se despidieron en silencio, ensordecedor. Él, intencionadamente, evitó que sus miradas se cruzaran, mientras el peso del mundo aplastaba sus hombros. El peso del de ella, ahora, era más liviano.
3 comentarios:
Oye...las fotos de tu blog, son muy interesantes...de dónde las sacas...muy originales.
Bsts
Gracias querida. Pues no tengo ningún mérito, del google "buscar imágenes" del tema que elija. En este caso la palabra de búsqueda era "lágrima"...
Demasiadas lágrimas y demasiadas despedidas debe haber en tu vida, Fidelio.
Publicar un comentario