sábado, 4 de octubre de 2008

Orden en la sala



Como alguno recordará, hace algo más de un año me robaron el coche. Esto que crees que solo le pasa a otros, y que a mayor cilindrada mayor posibilidades (yo solo tenía un humilde Ford Focus).

Pues bien, hace unos días recibí la citación para el juicio, en calidad de testigo, y con un sello muy gordo en la citación que ponía “Causa con Preso”.

Oye, pues es de estas cosas que te pasan en la vida que ciertamente te desasosiegan. Yo soy de natural cobarde, subespecie “sabandija digna de exterminio”. Yo pido triple dosis de anestesia cuando voy al dentista …. a hacerme una limpieza. Hay un saltamontes muy tieso en el caballete de Sureña en la terraza y hasta que no vea su cadáver yo no salgo. Así que las palabras “testigo” “causa con preso” “robo con fuerza” pues, para que negarlo, acojonan.

En cualquier caso, pensaba yo, ya estará todo pensado y bajo ningún concepto se permitirá que coincidan en la sala el chorizo y la víctima ¡Ja!, he visto demasiadas películas. Y esto era el Juzgado de lo Penal nº 1 de Orihuela.

Yo cuando llegué y me dijeron “sala de audiencias 3, tercera puerta a la izquierda, pase usted por allí”, empecé a sospechar. En realidad sospechaba desde unos segundos antes cuando entré al Juzgado sin pasar por debajo del arco detector de metales y ni los guardia civiles que charlaban amigablemente ni el securata me dijeron nada. Yo pensaba: en esta mochilita llevo mi móvil, mis puritos Vegafina, mi blackberry y mi cartera pero igual podía llevar una Walther PPK como las del Jeinsbon para silenciar algún testigo y no se ha coscado nadie ….

Total que llego a una especie de recepción y le digo a la chica en voz baja sin quitarme mis gafas de sol y sin desabrocharme, huelga decirlo, mi gabardina (a pesar del calor reinante):

- Psss, soy Fidelio, ¿me das el kit?
- ¿qué dices?
- Pues el kit, el kit, mira (y le enseño la citación, y veo que tiene cara de no entenderme).
- Me refiero al kit de testificar, ya sabes, modulador de voz, un rectángulo de cartulina negra para taparme los ojos, algún aparatito para desenfocar mi imagen como los personajes de Celebrities de Woody Allen, la documentación correspondiente a mi nueva identidad así como los billetes de avión para Toronto donde comienzo mi nueva vida acogido al programa de protección de testigos…. ¡Joder, el kit!

La guarra de ella me cerró la persianita en las narices. Estaba acorralado. Esto, me temo, no funciona así. Me maldije por no haberme traído una máscara de Darth Vader que tienen mis niños que les cambia la voz…. Rebusqué en la mochilita: ¡¡ un polvorón ¡! Debe llevar allí desde la navidad de 1998. Albricias. Me lo metí en la boca e inmediatamente se me pegó al cielo de la misma. Al menos el asunto de disimular la voz estaba resuelto.

Me siento en un banquito en la puerta de la sala, que estaba cerrada. Enfrente dos mujeres: una magrebí y un pìbón de generoso escote, inmensos ojos azules y minifalda (en riguroso orden de visualización).
El pibón me pregunta que si soy Fidelio, le digo que sí, se levanta, me agacho (yo pensaba que me iba a disparar) pero tan solo me tiende su mano con cara de estupor mientras yo me rasco el tobillo enérgicamente como para hacer ver que me agachaba para rascarme ….. Hola, soy Lucía, la abogada de Línea Directa” Mira, esta es Fátima, la intérprete, ¡¡¡ anda mira, no vamos a ir con retraso como otros días, ya le han bajado ¡!!

Se refería a que venían dos guardias civiles con el colega esposado momento en el que de la puerte sale un funcionario que a voz en grito dice: Fidelio” ¿está aquí?, Guardia Civil número xxxxx ¿estás aquí? O sea, como pasando lista con nombres y apellidos justo en el momento en el que traen al detenido que se me queda mirando y con dos huevos me dice “hola”. No voy a exagerar, a ver. El muchacho cara de tener descuartizada a su madre en la nevera no tenía, pero tampoco le veía yo cara de ponerse un traje, una chapita que pusiera Elder nosequé y una revista “Atalaya” y fuera los domingos por la mañana por la Plaza de Manuel Becerra intentando convencerme de que fuera Testigo de Jehová (cuando como todo el mundo sabe, ni conozco a Jehová ni he visto el accidente). En fin, el chori tenía cara de chori. Marroquí él, con cara de pasar chocolate o de venderte una alfombra de esas diciendo “tudu baratu, tudu baratu, espana marruecos misma cosa”.

Mientras le devolvía el saludo con una sonrisa, y al mismo tiempo realizaba un cálculo sobre la fuerza necesaria para romper unas esposas y deshacerse de los guardias civiles, no dejaba de pensar cuanto tiempo iba a tardar en estar en la calle, si se acordaría exactamente de mi cara, de la terraza donde se coló cuando me robó las llaves del coche, la cartera, el bolígrafo Montblanc y la cámara de fotos, y si les seguirían echando bromuro en el rancho durante su estancia en prisión o si, por el contrario, saldría de la cárcel mas salido que el pico de una mesa imaginando una noche de lujuria y desenfreno con mi persona (en justo castigo por todas las que yo he imaginado en compañía de Laetitia Casta).

Empieza el juicio. El alguacil nuevamente declama mi nombre y mis apellidos, me tengo que poner de pie. El colega a mi lado entre dos guardias y esposado. Me mira otra vez, me vuelve a saludar, me pide perdón, le digo que le perdono (lo indulgente que se vuelve uno cuando está cagao, oye), se pone a llorar. No sé si por arrepentimiento o porque le entró en el ojo un trozo de polvorón que salió disparado de mi boca al decirle que si, que le perdonaba.

Y de pronto la juez (o jueza que uno no sabe ya cuando la está cagando) me pregunta ¿sabes por que estás aquí? Le digo que sí, señoría. Se limpia la toga de otro trozo de polvorón. Me resume lo que pasó en su momento, me dice que si estoy de acuerdo, le digo que sí. Se levanta Lucía, mis ojos realizan la misma trayectoria visual que hace un rato: escote, ojazos y…. ¡toga! (nuevo elemento en la composición, se ha tapado la minifalda y está con una toga, lo que nuevamente dispara mi imaginación. Toga, escote, esposas …. joder, demasiados estímulos). Me enseña una teta.. ¡perdón, en qué estaría yo pensando! Me enseña un papel, y me dice que si reconozco mi firma en el documento confirmando que había recibido la indemnización de la compañía de seguros: le digo que sí.

Vuelve a tomar la palabra la juez, me dice que se ha realizado una valoración y que me corresponde una indemnización adicional de 334 euros por los objetos robados. Repaso mentalmente los objetos, y me pregunto si cuando el chori salga de la cárcel no se pasaría un rato con un buen frasco de vaselina por la casa del perito. 334 euros que entiendo me pagará el Estado allá por el 2032.

El alguacil me hace firmar un papel, vuelve a decir en alto mi nombre y dos apellidos solo para recordarme que tenía mi DNI y me dice que me puedo ir. Digo un “gracias por todo, hasta luego” y el único que me contesta con un “gracias a ti, hasta luego” es el chori. ¡¡¡ Tiene guasa !!!!

Y esta, queridos amigos, es mi hasta ahora única experiencia con la Justicia…..