miércoles, 19 de septiembre de 2007

Grrrrrr

En pura teoría no debería quejarme.

No soy un niño de Burkina Fasso que tengo que hurgar en los avisperos para encontrar nutrientes y poder así alimentarme.

No soy una persona que sea objeto de vejaciones o persecuciones políticas. No padezco ninguna enfermedad degenerativa y mis seres queridos gozan de buena salud. Tampoco padezco halitosis o hiperplasia de próstata. Y casi nunca me resfrío. La alopecia y esta obesidad mórbida a la que ha dado paso mi tripita cervecera no cuentan.

No tengo muchos amigos pero los que tengo son muy buenos y desde hace muuuuuchos años. Y tengo algunos nuevos, y molan.

Mis hijos son guapos, listos, sanos, simpáticos…. Lo mismito que su padre.

Se parecen a mí: el padre soy yo.

Sureña es una delicia de mujer, y estoy enamorado hasta la médula y el hecho de que medien entre nosotros unos cuantos cientos de kilómetros es algo circunstancial (y eso que no he leído a Marco Aurelio) sobre lo que no quiero/debo/puedo extenderme.

Mi trabajo no puede ser considerado, ni de lejos, explotación y el sueldo que me pagan me permite vivir dignamente (vaya mierda de frase hecha, en fin ….).

Aunque en estos momentos no tengo ni chocolate ni fuet en la nevera, sé que no tengo más que bajar a la calle y adquirir ambos alimentos en cantidad desmesurada, si así lo quisiera.

¡¡¡¡ pero es que llevo un día de mierda ¡!!!!

Un día en la vida de Fidelín (el de hoy, para ser exactos).

Me levanto a las 6:45 para estar en el taller muy temprano a dejar el coche que me ha prestado Sureña (el mío, como sabéis, fue sustraído hace ya mas de un mes. Y además me lo robaron).

Dejo el coche y me desplazo andando cuesta arriba 10 minutos hasta llegar a mi oficina donde me pasa tooooooooddaaaa la puta mañana revisando transacciones del año 2004 para contestar a un requerimiento urgente de la AEAT, Dios les bendiga.

Contrariamente a lo habitual, me escapo a las 15:15 de mi oficina (por otro lado mi hora de salir son las 15:00) para, mientras sigo contestando correos electrónicos desde la blackberry, ir cuesta abajo los mismo 10 minutos a recoger el coche.

Voy a mi casa echando chispas para ver de qué forma soy capaz de bajar yo solo desde el cuarto piso sin el ascensor (que están reparando) un sofá, habida cuenta de que en pura teoría a las cinco me traen uno nuevo (escribo estas líneas a las seis y el transportista de los c…. no ha venido). No penséis que cambio de sofá por gusto, pijerío o porque he cambiado las cortinas. Rien de rien. Me deshago del sofá antes de que él se deshaga de mí. Es, como decirlo, un monumento a la desviación de columna, una alegoría de la escoliosis, un recordatorio de que somos polvo, y en polvo nos convertiremos, vértebras incluidas.

La absoluta ausencia de herramientas en mi casa y la absoluta impericia en el manejo de las mismas de haberlas habido, devienen en una batalla final entre el sofá y yo que adquiere dimensiones épicas en el momento en que mientras lo pateo desenfrenadamente con la esperanza de separar el reposabrazo de aglomerado del resto del trasto, él contraataca hundiendo infinidad de astillas en mis dedos. Lo del capitán Acab y Moby Dick es una mierda comparado con esto. Si Melville hubiera presenciado la escena se hubiera dejado de chorradas o hubiera escrito La Sirenita.

Gano la batalla, pero los 6 viajes desde el cuarto piso bajando los restos mortales del mueble a la calle me hacen sudar copiosamente y respirar con dificultad. Bajas: mi camisa, desgarrada por un muelle traicionero.

Como las ventanas del edificio se llenan de caretos que me miran como si acabara de enseñarle el miembro a un grupo de escolares, opto por escribir un cartel con el siguiente texto “El servicio de recogida de muebles viejos del Ayto. de Madrid retirará estos trastos en las próximas horas” (no need to say que es cierto, y que llamé en su momento al 010 quienes me confirmaron telefónicamente esta mañana, camino del taller, que harían acto de presencia). Gracias a Dior, o a una conjunción planetaria, coinciden en el tiempo el Ayto. que se lleva este instrumento de tortura medieval que tenía por sofá con el transportista que me trae (lo empiezo a dudar) el nuevo sofá.

Una vez duchado escribo estas líneas haciendo tiempo y simultáneamente sigo contestando correos desde mi blackberry.

En cuanto venga el sujeto en cuestión, si Dior quiere antes del próximo deshielo, me iré raudo al Tanatorio. No al de la M-30 que se encuentra a escasos 500 metros de mi humilde morada, no. ¡¡ al de Tres Cantos!!. Para poder dar un abrazo a ese ángel llamado Pilar que cuida a mis niños desde que nacieron. Su padre falleció anoche. Un beso, Pil.

Este es un día en mi vida, queriditos. Y os garantizo que no es una excepción.

PD. Por una petición anónima, pongo la letra mas grande. No sé si saldrá bien....








domingo, 16 de septiembre de 2007

No hace falta que os leáis La Ilíada (y III)

(el talón de Aquiles)


(lo que alguien le tendría que haber regalado a Aquiles)

Si hay que ir se va, pero ir pa ná …

Estaremos de acuerdo en que una cosa es cumplir los juramentos debidos por ser un príncipe griego y otra cosa es irse al quinto pino a fostiarse por la piba de otro. Así que cuando Agamenón se pone a reclutar peña, no penséis que lo tuvo nada fácil.

Ulises, de entrada, decide hacerse el Swedish. La verdad es que sería un héroe, semidios o lo que fuese, pero de imaginación más bien cortito: finge locura y se dedica a sembrar sus campos con sal, con la esperanza de que piensen los de la oficina de reclutamiento que está chinao y que le dieran por no apto para el servicio. Pero lo chicos de “muchacho, la marina de llama” pueden llegar a ser persuasivos, así que ponen delante del arado a Telémaco, hijo de Ulises, quien no tuvo más remedio que exclamar aquello de “para el carro”, evidenciando su cordura. Uno reclutado.

Aquiles también quiso hacerse el longui y disfrazado de mujer se ocultó en la corte de un coleguita. Pero un oráculo había apostado 1 fijo en la quiniela (punto y partido para Troya) salvo que se contara con Aquiles ente los atacantes. Ulises, escocido por haber picado con los de la oficina de reclutamiento, se dirigió a esa corte fingiendo ser un vendedor ambulantes de telas, bisutería y bagatelas varias. Empezó en plan moro “tudu a sinco euros, vendu baratu, españa y maruecus misma cosa” a enseñar su mercancía a las damas de la corte, entre las que se encontraba Aquiles en plan Priscilla. Que si mirad que preciosos vestidos por aquí, que si mirad que pocholada de sandalias por allá, que sí ¡¡ andaaaaaa lo que tenemos por aquí, una espada y un escudo, esto no lo querrá nadie!! Pero a Aquiles, con eso de que la cabra tira al monte, le hacían los ojos chirivitas al ver las armas. Descubierto el engaño, y tras unos minutos de uso intensivo de algodones desmaquilladores, Aquiles no tuvo más remedio que pasar por el aro.

Ya parecía que se iba formando una escuadra atacante como Zeus manda cuando, como siempre, salió otro oráculo tocando las pelotas.

- Vais de culo y contra el viento (nunca mejor dicho porque el augurio era que no habría viento favorable) salvo que me hagáis alguna gracieta. Por ejemplo tú Agamenón, me coges a tu hija y me la vas sacrificando a Artemisa, enga, que no tenemos todo el día.

Imaginad el careto de Agamenón cuando teniendo que montar el sarao que estaba montando por culpa de la fresca de la cuñada y el cornudo del hermano, encima tenía que ser él quien sacrificara a su hija Ifigenia. (como si haberla impuesto ese nombre no fuera, de por sí, suficiente sacrificio para la criatura). E imaginad el careto de Clitemnestra, mujer de Agamenón y madre de la sacrificada (a quien, si vuelve a salir, llamaré simplemente Cli por eso de abreviar). Menos mal que Artemisa al final se contentó con un ciervo, cosa que ni Agamenón ni Cli supieron, dando por hecho que habían perdido a la hija.
Al final a las costas de Troya parte mil naves. Costas las del Helesponto, playas las de Ilión.

La guerra de Troya, propiamente dicha.

Los griegos se plantan en las puertas de Troya para armar las de ídem salvo que devuelvan a Helena. Los subterfugios utilizados por los troyanos tipo “por Helena no nos viene nada, no estará a nombre de una empresa” no dan el resultado esperado.

Y así con la ciudad cercada y el aburrimiento haciendo mella, a Agamenón no se le ocurre otra cosa que tirarle los trastos a Briseida, esclava de Aquiles. De ahí viene lo de la cólera de Aquiles, y con razón. (que en realidad, no nos engañemos, no paso de un simple rebote).

Un tanto mosqueado, eso sí, le dice a Agamenón que por muy caudillo griego que sea la jai es suya y solo suya, y que opte por:

a) Olvídate de Briseida y vuelve a manchar tus sábanas blancas recordándola.
b) Si eres tan gallito para birlarme la piba, pues también lo serás para ganar tú solito esta guerra de mierda.

Y mientras te lo piensas, me voy a mi tienda.

Mientras tanto la cosa estaba la mar de aburrida, así que Paris (este cada vez que habla sube el pan) decide que para qué tanta movida y que lo mejor es que esto se solucione con un duelo entre él y Menelao. Todavía se oyen las risas del astado, porque coronado estaría, pero era lo mismito que el Hulk Hogan. Así que le mete una so manta palos a Paris que solo Apolo, simpatizante de los troyanos de toda la vida, logra evitar que acabe en traumatismo craneal y pérdida de masa encefálica. Lo típico, Apolo intervino afinando la puntería de un arquero troyano que desde el quinto pino acierta a Menelao en todo el ombligo (esto es un arquero, y no el pavo de Barcelona 92 y el pebetero aquél). No le mata, pero le deja “desactivado” que decían en Blade Runner.

Mientras Aquiles sigue en su tienda rebotado, los troyanos con Héctor y Eneas al frente hacen que la balanza se incline, poco a poco, del lado troyano. Así que Patroclo, familia de Aquiles (ya sabéis, lo típico, como “la sobrina” del cura) le dice que no puede seguir así. Aquiles como que pasa, pero le dice a Patroclo que se ponga su armadura y se deje ver, a ver si de esa forma los troyanos se van por la pata abajo. Y así es… durante un rato. Héctor, que de tonto no tenía un pelo y de hecho tenía un casco coronado con una especie de escoba veía algo raro en el pseudo Aquiles… no sé, como que Aquiles cargaba hacia la derecha y este, aunque llevaba su armadura, cargaba hacia la izquierda. Algo no le cuadraba. Poco tardó en averiguarlo: Patroclo detuvo la primera embestida de Héctor en plan torero, pero a la segunda no tuvo tanta suerte y dejó a Patroclo como para ponerlo en el escaparate de una casquería.

Lo del cabreo por Briseida no es nada comparado con lo que tiene ahora encima Aquiles. Pero como le había dejado su armadura a Patroclo, ahora no tiene nada de entretiempo para ponerse. No pasa nada, amigos, esto es La Ilíada. El mismísimo Hefesto, en plan Vittorio & Luchino, forja una armadura que te pees. ¡qué porte! ¡que distinción! ¡que miedo daba Aquiles, joer!

¡dejadme sólo! se le oía decir. Pum pum, pum pum abriéndose paso entre los troyanos hasta plantarse frente a Héctor y, sin hacer preguntas, hincarle la lanza entre los hombros hasta donde dice Toledo (los que veais House a lo mejor sabéis el nombre anatómico del sitio por donde insertó la lanza, pero yo la verdad no me acuerdo, y como no había ni epinefrina ni antibióticos de amplio espectro, Héctor pinchó).

Y Aquiles, a quien todavía no se le había pasado el disgusto, para mas escarnio se lleva el cadáver de Héctor a su tienda, y ni cremación ni ritos funerarios ni zarandajas. Príamo, tuvo que ir en persona a decirle a Aquiles que se estaba pasando y que al fin y al cabo a Patroclo le habían encargado unas misas y le habían puesto unas esquelas en “La Verdad de Ilión”.

Siguieron unos días de escaramuzas, narrados en los Cantos vigésimoprimero y vigésimosegundo que la verdad he leído de pasada porque estaba viendo el España-Grecia del europeo de baloncesto.

Y hasta aquí La Ilíada. Te quedas con cara de tonto porque hay cosas que no se aclaran. Imagino que Homero podría haber hecho una versión remasterizada, o un montaje del director o algo así. O a lo mejor daba pie a una segunda parte de la que nunca cobró un anticipio. El caso es que no aclara cosas como:
- El dolor tan tonto que se le puso a Aquiles cuando Paris le dio un flechazo en el talón.

- Por qué gente culta y que hacía unos botijos tan bonitos como los griegos van y aceptan un regalo consistente en un caballo gigantesco de madera, hueco, de cuyo interior salían risitas ahogadas.

- Por qué el único que no quería aceptar el regalo, un tal Laocoonte, no había acabado de decirlo cuando le devoraron a él y a sus hijos una serpiente (joder, y luego dicen que los guionistas de Jolibú tienen demasiada imaginación)

- Que tanto follón para nada, porque al final el astado se volvió a Esparta con Helena, Paris se volvió al monte con las cabras y seguramente tuvo algo que ver en la creación del queso feta, Ulises se dio una vuelta al mundo, y Cli mató a Agamenón (le tenía guardada la de Ifigenia y el sacrificio).

Me voy al videoclub a pillarme Troya, que me han dicho que está muy bien y es muy original ….

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Un día de tantos

Lo malo no son los días en los que te acaecen desgracias. Entendedme: claro que lo son. Pero de alguna manera esos días equilibran, ajustan, corrigen y en contraposición están esos otros en los que la vida te tiene reservado un caramelo, envuelto en un papel brillante y de un sabor delicioso.

Ni los unos ni los otros, en mi vida, son mayoría.

Lo malo son esos centenares de días anodinos. Días en los que ni fu ni fa. Que en nada te devastan, pero en nada te emocionan. Que poco te preocupan, pero poco te ilusionan.

Días en los que vives con el piloto automático. En los que la inercia es la única energía que te circunda. Días plomizos, involuntarios. En los que parece que estás sentado viéndolos pasar como quien ve una sucesión de momentos ajenos. Días de ni medio lleno ni de medio vacío. En los que te sientes solo, aunque no lo estés. Días en que, en realidad, lo mejor que puede pasar para tí y para tú entorno es que estés solo.

Días en lo que pensar que no estás enfermo, tus seres queridos gozan de buena salud y la nevera tiene comida no consuela, sino que te arranca una aburrida mueca. Días en que ninguna canción, ninguna lectura, ninguna película, ningún plan parecen capaces de sacarte de un antipático letargo. Días en los que posiblemente lo mas desmoralizador es saber que fueron precedidos de un día similar. Y que anteceden a uno idéntico.

Y no te dan ganas ni de pensar en que tal vez esté en tus manos dar la vuelta a la tortilla. Ni te sientes capaz. Ya no hay heroicidades que realizar. Ni heridas que lamer. Ni retrocedes para tomar impulso alguno.

Días que son como puertas que abres y cierras a tu espalda, camino de ningún sitio salvo a otra puerta similar.

Y algún día, cuando el tiempo se escurra, pensar en esos días, será una auténtica losa.

Ahora pensaré en la III parte de La Ilíada chorra, cenaré una ensalada, leeré un poco, llamaré a alguien por teléfono, me lavaré los dientes y me iré a dormir.

Y a lo mejor sueño con acantilados de Córcega, con ojos del color del mar, con arenas de un desierto, o con natillas de chocolate. O a lo mejor sueño que sueño.

Y cuando suene el despertador abriré la siguiente puerta, que se llamará 6 de septiembre. A lo mejor me trae ese caramelo o un dolor profundo. Pero lamentablemente, casi con toda probabilidad, será un día de tantos.

lunes, 3 de septiembre de 2007

No hace falta que os leáis La Ilíada II

Paris


Uyyyy, perdón......

  1. Menelao = Vitorino (o del motivo de que empezara la movida)
- Maaama, me voy a Esparta un momento que tengo que hacer unas gestiones.

- Vale Paris, y de la que te vuelvas te subes el pan.

Y allí se fue Paris a comerle la oreja a Helena a ver si rascaba algo.

Y lo intentaba, y lo intentaba, y lo intentaba y nada conseguía. Llegó a estar completamente colgado por Helena (imagino que de ahí nace la expresión “griego en suspensión”).

Hasta que Afrodita le echó una mano a Paris. No sé lo que le diría a Helena, pero las bragas se le cayeron con gran estrépito. Pa mi que no la raptó, que queréis que os diga...
(Nota mental: investigar si las griegas llevaban bragas).
(Nota mental 2: me refiero a las de la Grecia clásica).
(Nota mental 3: hacer todo lo posible para que desaparezca de mi imaginación Nana Mouskouri en bragas).
(Nota Mental 4: hacer todo lo posible para que esa imagen no sea sustituida por la de Demis Roussos ataviado de forma similar).

Menelao, marido de Helena, a quien a partir de ahora llamaremos cariñosamente “el astado”, no acertaba a encontrar explicación de porqué todas las puertas de Esparta se le habían quedado pequeñas. No tardó en encontrar una carta de Helena, que además de mona había estudiado en el Liceo Francés, con un lacónico “C’est fini”.

El astado clama venganza y se va a llorar al hombro de su hermano Agamenón, rey de Micenas, capo de todos los griegos: que si tu cuñada es un pendón, que esto no puede quedar así, que esta no sabe como nos las gastamos …
¿Qué puede hacer Agamenón? Pa que el otro deje de moquear convoca a los colegas en plan pandillero del Bronx para que todos juntos vayan a Troya a tocarle un poco la cara a Paris y ya que están allí, saquear la ciudad, violar a las doncellas, matar a los varones, esclavizar a los niños, despellejar a los ancianos y permitir que el nombre de J J Benítez pase a la historia.
(continuará)