¿pa qué? Yo os la resumo y os ahorráis leer un tocho.
1. Hacer caso de los sueños es una soplapollez (Incipit tragedia)
Tarde de verano. Después de comer, cuando da la modorra. Hécuba, en estado de buena esperanza, se queda sopa. Y seguramente la mussaka demasiado especiada le produce pesadillas y se despierta convencida de que en su vientre arde un fuego que acaba consumiendo Troya. (con lo que mola soñar, por ejemplo, que vuelas, o que te encuentras con los seres queridos, o que te ayuntas con Angelina Jolie…. Pues no, a soñar con incendios intestinales).
Total que la tal Hécuba, necesitada a partes iguales de terapia Gestalt y flores de Bach se lo cuenta a su marido Príamo, a la sazón rey de Troya, y deciden que en cuantito para entregan la criatura a un súbdito para que lo abandone por los montes.
Lo típico: el bebé hace dos pedorretas, el súbdito se pone tontorrón y en lugar de abandonarlo se lo da a unos pastores para que lo cuiden y que cuando crezca ya le contarán de qué va la vaina. (nota mental: desarrollar un estudio sobre la importancia de los pastores en la literatura universal, la religión y la trashumancia).
Paris, que así se llama la criatura, crece. Y le cuentan de qué va la vaina. Y claro: de vivir en los montes, en una casa humilde, limpia y decente, pero casa de mierda al fin y al cabo, vestir harapos, darse unos madrugones que te pasas para cuidar el ganado y jarto de beber leche de cabra, comer yogur griego y tomar de postre cuajada se pone, obviamente, de mala leche.
Así que se encamina a Troya a reclamar lo que es suyo. Príamo, al verle, tiene que decidir entre empalarle o darle un abrazo. Opta por lo segundo.
Pasa a la posteridad la frase de su hermano mayor, Héctor: “este niñato nos acabará dando un disgusto, y si no al tiempo”.
2. ¡Qué se besen, qué se besen!
Olimpo. Sábado a las 21:00. Bodorrio de Thetis y Peleo. Por lo civil, claro. Los padres de ella, as usually, fueron los que elaboraron la lista de invitados y se olvidaron de Discordia, que se rebotó sobremanera.
Todos cociditos de ambrosía e hidromiel. Momento idóneo para que aparezca la tuna. Incorrecto: quien aparece es Discordia y pone encima de la mesa una manzana. De oro, para ser exactos, lo que impidió que algún comensal glotón diera rápidamente cuenta de ella.
Y la manzana, como diría Mayra Gómez Kemp, tenía tarjetita. “Para la más bella”
¡¡ cómo son las tías aunque sean diosas ¡! ¡¡ qué forma de tirarse de los pelos ¡! ¡qué si tú eres una guarra, que si tú eres una fresca, que habrá que verte a ti recién levantada, que si tú estás operada!
Menos mal que Zeus, hábil como el solo para enmarronar a otros, decide que sea precisamente Paris, el que decida quien es la acreedora de la manzana.
Hubo en el Olimpo unas eliminatorias previas, para dar un poquito de vidilla al asunto y al final todas tuvieron que abandonar la Academia (perdón, la academia) excepto Hera, Atenea y Afrodita.
Así que imaginad la cara de Paris cuando se presentan en su lecho 3 pibones como las mencionadas. Además de la cara, imaginad otras partes de su anatomía. Vaya, que ya estaba el muchacho en bolas cuando le dicen que no, que tranki, que no van por ahí los tiros, que qué mas quisiera él. Que se trata de que elija a la mas bella, pero para ayudarle un poquito en su decisión (ahí nació, seguramente, el tema de los maletines y las primas) iba a haber contraprestaciones: Hera le ofrece, si es la elegida, poder para gobernar todas las naciones. Atenea, por su parte, pone a su disposición la sabiduría y Afrodita, mucho más conocedora de la mente masculina, le dice que si ella resulta elegida, para él será la mortal más bella del mundo.
Paris, que para haber sido abandonado y observado durante toda su vida una díeta rica en calcio, de acuerdo, pero claramente insuficiente en proteínas, no era tan tonto como podíamos pensar y eligió lo que hubiéramos elegido cualquiera de nosotros con dos dedos de frente y dos palmos de, un palmo de, bueno con el cerebro un poco más cerca del suelo que la cabeza. Como no podía ser de otra forma, eligió a Afrodita. Imagino que tanto tiempo teniendo por compañía femenina a las cabras que pastoreaba, condicionó de forma determinante su decisión.
Y ahí empiezan los auténticos problemas. La más bella mujer de la tierra es Helena, guapa, limpia, honrá y pizpireta como ella sola. Tan mona ella, como casada con Menelao, rey de Esparta. Así que había que currárselo..... (continuará)