Me hago viejo. O lo mismo, para decirlo de una forma menos dramática, crezco.
En realidad a los 41 es relativamente sencillo encontrar recuerdos, referencias o circunstancias que evidencian el paso del tiempo.
Joer, telediario de Antena 3: hoy cumplen 30 años David el Gnomo, Willy Fog y Dartacán. Parafraseando al tango, treinta años son nada…
Lucía, a mi lado, hace deberes. Hemos comido juntos, hemos hablado de las vacaciones y luego nos hemos ido a un descampado para que, por primera vez en su vida a los 12 años, se pusiera al frente de los mandos de un coche, metiera primera, encontrara el punto al embrague y al acelerador, avanzara unos metros.
A Nacho le he dejado con unos colegas. A sus 13 empieza a ser normal (si me utilizo a mi mismo como referencia) que quede con unos colegas para irse a ver un partido de fútbol sala.
Antes, yendo con ellos en el coche, ha sonado en la radio Sultans of swing. Por descontado no saben quien es Mark Knopfler ni Dire Straits.
Y de pronto me da por pensar en sonidos del pasado. Aquellos incrustados en mi memoria y que de forma natural y también abrupta han desaparecido. Sería más apropiado decir que se han extinguido. Me da por pensar en el pitido de la tele al acaba la programación y comenzar la carta de ajuste, o en el “ding” de la máquina de escribir cuando tocaba vuelta de carro (¡Dios mío, si hay una expresión especialmente anacrónica posiblemente sea “vuelta de carro”). También me ha venido a la memoria la melodía de Radio Intercontinental, y el ruido de la lavadora de mi casa cuando centrifugaba (seguramente, más de un sismógrafo fue alertado por esas vibraciones). Y un recuerdo ha caído, como una fruta madura: la melodía que avisaba al barrio de la visita del afilador.
Debo ser honesto: no hay nostalgia ni melancolía en estas reflexiones. Ni tampoco me siento abrumado, o plantado frente al universo. Incluso me preocupa un poco mi asepsia a la hora de escribir estas líneas. Ni siquiera tengo claro si son más fruto de un ejercicio de memoria para que me salga un post, que de un asalto de algunos recuerdos remotos. Nada me remueve por dentro.
Como diría Gómez de la Serna: talcualejamente.
En realidad a los 41 es relativamente sencillo encontrar recuerdos, referencias o circunstancias que evidencian el paso del tiempo.
Joer, telediario de Antena 3: hoy cumplen 30 años David el Gnomo, Willy Fog y Dartacán. Parafraseando al tango, treinta años son nada…
Lucía, a mi lado, hace deberes. Hemos comido juntos, hemos hablado de las vacaciones y luego nos hemos ido a un descampado para que, por primera vez en su vida a los 12 años, se pusiera al frente de los mandos de un coche, metiera primera, encontrara el punto al embrague y al acelerador, avanzara unos metros.
A Nacho le he dejado con unos colegas. A sus 13 empieza a ser normal (si me utilizo a mi mismo como referencia) que quede con unos colegas para irse a ver un partido de fútbol sala.
Antes, yendo con ellos en el coche, ha sonado en la radio Sultans of swing. Por descontado no saben quien es Mark Knopfler ni Dire Straits.
Y de pronto me da por pensar en sonidos del pasado. Aquellos incrustados en mi memoria y que de forma natural y también abrupta han desaparecido. Sería más apropiado decir que se han extinguido. Me da por pensar en el pitido de la tele al acaba la programación y comenzar la carta de ajuste, o en el “ding” de la máquina de escribir cuando tocaba vuelta de carro (¡Dios mío, si hay una expresión especialmente anacrónica posiblemente sea “vuelta de carro”). También me ha venido a la memoria la melodía de Radio Intercontinental, y el ruido de la lavadora de mi casa cuando centrifugaba (seguramente, más de un sismógrafo fue alertado por esas vibraciones). Y un recuerdo ha caído, como una fruta madura: la melodía que avisaba al barrio de la visita del afilador.
Debo ser honesto: no hay nostalgia ni melancolía en estas reflexiones. Ni tampoco me siento abrumado, o plantado frente al universo. Incluso me preocupa un poco mi asepsia a la hora de escribir estas líneas. Ni siquiera tengo claro si son más fruto de un ejercicio de memoria para que me salga un post, que de un asalto de algunos recuerdos remotos. Nada me remueve por dentro.
Como diría Gómez de la Serna: talcualejamente.
4 comentarios:
Que sepas que el afilador sigue con lo suyo, yo lo he escuchado en alguna parte hace no demasiado, si bien no logro identificar dónde lo escuché.
Que envejezcas cronológicamente es inevitable, pero que lo hagas mentalmente depende de ti.
Con 41 años muchos dirían que estás entre la pasión y la pensión. Yo creo que es una edad estupenda y que cualquier tiempo pasado no siempre fue mejor, o tal vez sí.
Tienes un año más que Barrio Sésamo y yo diría que Gardel hablaba de 20 años en su tango, aunque hace ya 30 de tantas cosas...
Recuerdo tus recuerdos y el sonido del afilador me ha traído de lejos el del chatarrero; y el de la máquina de escribir me ha recordado las clases de mecanografía al salir del cole. A pesar de todo tampoco me invade la nostalgia.
"Los recuerdos encogen como las camisetas", decía una Greguería de Gómez de la Serna. Tenía razón.
Y no me ha gustado nada eso de "nada me remueve por dentro".
Gracias Colette. Bueno es saberlo porque tengo unos cuchillos un tanto mellados ...... :)
Anónimo, gracias por tu comentario. Me ha gustado mucho, y me he reído con la idea de estar entre la pasión y la pensión. Por otro lado, saber que tengo la misma edad que Blas me ha supuesto un refuerzo al ego: tengo muchísimo mejor color, mi cráneo es infinitamente menos dodicocéfalo, aunque no uso la prenda creo que me sientan mucho mejor los jerseis de cuello alto y además no tengo que vivir con un tostón de compañero de piso.....
De nada. Me alegro de que te hayas reído. Afortunadamente la edad y la pasión no van unidas y no son inversamente proporcionales...
Jo, has tirado del hilo y me he seguido acordando de muchas cosas: la tele en blanco y negro, el UHF, las pelis de La Clave, los partidos de baloncesto del Madrid (no sé por qué me acuerdo de Corbalán), la Kelvinator de mi madre, el 133 de mi padre...
Demasiados recuerdos centrifugando en mi cabeza. Si al final voy a tener buena memoria y todo...
Definitivamente estás mejor que Blas aunque Epi tenía su puntito, jaja.
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