domingo, 6 de febrero de 2011

Tríos

(a Javi y a Nerea, el que paga descansa.....)





Melchor, Gaspar, Baltasar.

Estaba pensando en escribir un cuento divertido.

Cabeza, tronco y extremidades.

Que se desarrolla en una Notaría.

Sócrates, Aristóteles y Platón.

Un historia hilarante, desternillante y con final feliz.

Ladoga, Onega, Peipus.

El enredo vendría condicionado por una confusión entres dos escrituras del protocolo del Notario.

Atos, Aramis, Portos.

Contado en primera persona por la novia del Notario.

El bueno, el feo y el malo.

Un entrañable boliviano tenía cita para formalizar la entrega de su vivienda para zanjar la deuda con su banco.

Planteamiento, nudo y desenlace.

Y a la misma hora, en la misma Notaría, los deudos de un magnate del petróleo tejano, recién fallecido.

La guerra de las galaxias, El imperio Contraataca y El retorno del Jedi.

Esperaban la apertura del testamento del multimillonario que determinaría el reparto de la herencia.

Tiziano, Tintoretto y Veronés.

Y por una confusión en la impresión de las dos escrituras.

Huesca, Zaragoza y Teruel.

Los viñedos de Tuscany, una mansión obra de Frank Lloyd Wright en las afueras de Chicago, un par de Modiglianis y un yate.

Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Pasaban a ser propiedad de boliviano descamisado.

La Pinta, la Niña y la Santa María.

Mientras que los herederos de Archibald Kavanah (que así se llamaba el finado, tiburón de Wall Street y, por añadidura, armador).

Oro, Plata y Bronce.

Pasaban a ser acreedores de una entidad financiera.

Veni, Vidi y Vici.

Por un pequeño piso del extrarradio madrileño.

Cristo, Dimas y Gestas.

Incluso ya tenía el título pensado.

El Padrino, El Padrino II y el Padrino III.

Se iba a llamar: El laberinto de mi Notario.

María Eugenia, María Emilia y María Laura.

Pero no puedo escribir porque cada frase se ve interrumpida por series de tres términos que tengo metidas en la cabeza.

Valencia, Alicante y Castellón.

Y claro: así no hay quien escriba.

La Busca, Mala Hierba y Aurora roja.